Imágenes: Cortesía
Llega al Teatro El Granero un experimento social a manera de psicoterapia colectiva en la que se da de alta al público para volver a la vida en la ciudad con la obra “El día que las estrellas dejaron de brillar”.
Luna es una jovencita que, a lo largo de su infancia y adolescencia, debe vivir pérdidas cercanas de seres queridos bajo circunstancias lastimosamente violentas, comenzando por la desaparición forzada de su propio padre Manuel y de sus amigos Juan, Rocco y Sofía. Este acontecimiento le lleva a fugarse a un mundo de ensueño, pensando que su padre ha sido abducido por extraterrestres, para más tarde entrar en una fuerte depresión y un sinfín de conflictos internos, emocionales, psicológicos y en sus relaciones interpersonales.
“El día que las estrellas dejaron de brillar” sobresale por la actuación de las actrices Patricia Soto y Teté Espinoza, audaces mujeres que, habiendo hecho suyo el texto, comparten desde sus sensibilidades una muestra teatral de alto nivel, prestando sus voces y caracterizaciones a todos los personajes de esta obra que está pensada en un modelo sumamente minimalista, compuesto por un piso ajedrezado rojo y blanco, dos sillas y un candelabro, suficiente escenario para hacer volar la imaginación del espectador a través del juego de luces y de los componentes de música y sonido que les acompañan.
La riqueza del texto de la dramaturga Mariana Reskala y la dirección de Ricardo Rodríguez hacen de esta propuesta una experiencia inmersiva a un tema preocupante, permitiendo una reflexión personal y profunda sobre la tremenda necesidad de saneamiento psicoemocional de varias generaciones que han vivido día a día la violencia, el miedo, así como la desaparición de familiares y, por otra parte, del valor de elevar la consciencia para entender el meollo del problema y hacer la diferencia en donde se debe puntualizar para alcanzar la solución.
La experiencia teatral se desarrolla de manera lúdica al hablar de un tema que no se puede aligerar, ni suavizar, pero que puede llegar a ser asequible para cualquier persona que, teniendo un poco de criterio, pueda sacar el enorme valor de lo que aquí se representa, particularmente en la idea principal sobre la manera en que el entorno busca deslumbrar las miradas para evitar que se pueda ver las estrellas, quitando memoria y normalizando la violencia como algo natural e imposible de erradicar, Nada más equivoco que lo anterior, pues basta la conciencia plena y la dirección correcta con la correspondiente actitud para comenzar a hacer el cambio que necesitamos.
Por otro lado, la obra sensibiliza respecto a la fragilidad de la mujer, frente a un sistema opresor y una policía convenientemente incompetente que, sumado a un millonario de situaciones peculiares de la vida moderna, dan la sensación de estar en un laberinto sin salida, asunto que queda muy bien escenificado a través de los elementos teatrales y artísticos ya mencionados que permiten entrar en la mente de la dramaturga, escudriñar sus miedos y sus memorias para traerlos a la actualidad, exponiendo que existe una correspondencia en la línea del tiempo y que pareciera se ha la quedado muchas historias del pasado y del presente ancladas a un bucle sin fin.
Presentándose del 10 de abril al 4 de mayo, “El día que las estrellas dejaron de brillar” es una gran opción para tener un momento de reflexión y sensibilización en estos tiempos.